Dos problemas de difícil solución pero de necesario tratamiento puso de relieve la producción del domingo pasado en LA GACETA sobre la belleza del paisaje de las montañas tucumanas y la inconclusa ruta de la Quebrada del Portugués. Uno es la frustración tucumana con ese recorrido nunca completado –aunque con varios intentos de concreción- y otro es la revelación de que las carreteras tucumanas no son mantenidas como corresponde porque no hay presupuesto mínimo para sostener las necesarias reparaciones y prever los inconvenientes que se generan normalmente en la infraestructura vial con el uso y el paso del tiempo.
Ciertamente, el problema estructural de la carencia presupuestaria permanente aflige más por su inmediatez y por su urgencia. El director de Vialidad, Ricardo Abad, le dijo a LA GACETA que serían necesarios 200 millones de dólares para poner en buenas condiciones el 70% de la red vial tucumana, que está muy deteriorado (“regular”, con algunos sectores con característica de “malo”, dice el funcionario), y que el área que dirige se dedica como puede a tratar de mantener en condiciones los caminos. “Hoy, del Impuesto a los Combustibles, somos los beneficiarios minoritarios: nos dan el 6%, cuando a Vivienda le dan el 15%. Sin mayor financiamiento, ni siquiera se podrán mantener las rutas actuales”, explicó, con lo cual asevera que, de tener los 200 millones de dólares, no se los dedicaría a una ruta turística de poco uso.
Al respecto, cabe recordar que hace un año, cuando fue la tragedia de un contingente de jubilados de Mendoza en cercanías de la localidad de La Madrid, el funcionario explicó que estas carencias estructurales en el presupuesto de Vialidad generaban esta situación de mantenimiento faltante y la escasez o ausencia de señalización vial. Ya entonces, tras el trágico accidente de los jubilados, se debería haber discutido en altos niveles del Estado sobre la problemática básica del mantenimiento en esta provincia en la que, además, se cayeron numerosos puentes viales en los últimos años. “En Tucumán, la falta de inversión en infraestructura es muy grande. Y eso nos deja expuestos”, dijo este funcionario en julio de 2019, a propósito del trágico accidente del terraplén en el puente sobre el río Muerto, en Yerba Buena.
En este contexto, suenan casi vacías las palabras de hace pocos días de los funcionarios del Plan Norte Grande, cuando dijeron que habían analizado proyectos viales que quedaron inconclusos del Gobierno nacional anterior.
En cuanto a la ruta de la Quebrada del Portugués, no es una utopía sino que ha sido planteada en varias ocasiones como una fuerte alternativa para el turismo –ya que además del bello paisaje es menos compleja que la ruta 307 y atraviesa varios sitios con riqueza arqueológica- y de hecho en 2012 se organizó en su trazado un ecosendero. Además, en enero pasado las mismas autoridades tucumanas dijeron que, con motivo de la decisión presidencial de declarar a Monteros capital simbólica de la república este año, se iba a requerir a la Nación que incluyera la construcción de una ruta a los valles por la Quebrada del Portugués entre las obras “prioritarias” para Tucumán. Claro, ahora la pandemia ha congelado esta iniciativa.
Ambos problemas muestran otra carencia mayor, que es la dificultad para elaborar proyectos importantes de largo plazo y pensar en la forma de llevarlos a cabo una vez que se han esbozado. Esa es una carencia estructural de los funcionarios tucumanos, y requiere un cambio de mentalidad que permita salir de la coyuntura del atraso.